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lunes, 29 abril 2024
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Muy parecido al amor: No tan parecida al resto

Por Juan Blanco

Decir que en el cine temas como el amor, el romance o tan simplemente el sexo casual ya están agotados sería tirar la toalla en el primer round de una pelea que sabemos que aún se puede ganar. Pero si se reduce el amplio concepto de Cine a un perímetro más estrecho, como ser por ejemplo Hollywood, tendríamos que hablar de una pelea perdida por knock out hace demasiados asaltos. De hecho, sería más correcto hablar de varios knock outs en un número infinito de peleas; pero bueno, suficientes analogías. Lo que quiero transmitir es la idea de que ya las comedias románticas americanas (en ese usual formato mainstream y ñoño con que suelen asomar) están empezando a agotar la paciencia de los espectadores al igual que muchas otras fórmulas pertenecientes a otros géneros (también está el terror adolescente, la ciencia ficción con máquinas que se apoderan del mundo, el maldito camino del héroe para las aventuras de acción, etc). La comedia romántica con parejas desparejas que al cabo de dos horas encuentran la manera de amarse a pesar de sus diferencias ya fueron… pero siguen viniendo. Claro está que puede haber excepciones, como en todo sistema en el que existe un canon que no está exento de romperse o eludirse con algo de astucia. Y ese es el caso de Muy parecido al amor, otra de esas romanticonadas yanquis que, a pesar de los lugares comunes y de la corteza pop, consigue convencer de que no todo está perdido en Hollywood cuando se trata del amor, el romance o el sexo casual.

¿En qué se inscribe Muy parecido al amor dentro del común denominador del género? En los personajes a los que a priori el mundo no les da demasiadas chances para el amor. En que ambos son lindos y carismáticos -ella Amanda Peet y él Ashton Kutcher- como en todo film del palo que se precie. En algunos personajes secundarios ya vistos. En los azares de una historia que habrá de cruzar a los tórtolos más de lo concebible en términos de credibilidad. Y por último, en un tono que oscila entre el drama de costumbres (no más severo del que admite el género) y la comedia de gags que dispara tanto chistes buenos como apenas satisfactorios.

¿Y en qué se destaca? Bueno, en que su estructura minada de elipsis temporales les da a los protagonistas en la ficción la oportunidad de desarrollarse, de crecer y evidenciar cambios que los hará más complejos e interesantes, implicando para los dos actores más exigencias desde su desempeño. Tal es así que se tiene la posibilidad de ver a Amanda Peet encarnando al menos cuatro etapas de “la vida” con no sólo cuatro pelucas distintas, sino también con cuatro actitudes y filosofías que merecen destacar su composición (Kutcher cambia pero no tanto, o al menos su personaje justifica menos transformaciones y una actitud menos ciclotímica). La película también presenta una química entre los amantes que va más allá del “amor” o de las grandes emociones, sino que se pone en evidencia en pequeños detalles en apariencia triviales, como una canción mal entonada a coro en el auto, en risotadas improvisadas que el director decidió dejar en el corte final, o en pequeñas líneas de diálogo y en gestos que se advierten fuera del guion y que sólo se les debe a dos actores que simplemente congeniaron delante de la cámara.

Y por último (aunque hay más detalles que sólo van a promover a la eternidad de este texto), el film acierta en la construcción de un mundo para la pareja (no que se consuma tan rápido) menos benévolo que de costumbre, uno en el que las circunstancias que les depara el librito jamás dan por sentadas las causas o las consecuencias de sus acciones, que van desde los caprichos más tontos hasta tomas de conciencia infrecuentes para este tipo de películas (por ejemplo el personaje de Kutcher y su inútil manía de planificar los pasos de su futuro). Mientras en las comedias románticas prototípicas vemos a los protagonistas ganando fortunas en trabajos conseguidos como por arte de magia, viviendo en departamentos amueblados con los mayores lujos y haciéndose problema por boludeces superficiales, en Muy parecido al amor conocemos todos los detalles que hacen de sus personajes personas. Los oímos hablar de sus emprendimientos, planes e ideales, los vemos ejecutándolos y atestiguamos sus progresos y comprendemos sus caídas, tanto en el plano afectivo como profesional. Eso es lo que convierte al film en un proyecto más humano de lo que a simple vista puede denotar un afiche con un chico y una chica dándose besos y poniendo cara de bobos.

A no engañarnos, Muy parecido al amor no deja de ser otra más de esas tantas… pero está bien planteada, bien narrada y tiene suficientes aciertos de estilo como para despertar empatía a nivel emocional, tanto sea desde el drama como de la comedia.

Título: Muy parecido al amor.
Título Original: A Lot Like Love.
Dirección: Nigel Cole.
Intérpretes: Ashton Kutcher, Amanda Peet, Taryn Manning, Ali Larter, Jeremy Sisto, Aimee Garcia, Gabriel Mann, Kathryn Hahn, Moon Bloodgood, Ty Giordano, Melissa Van der Schyff, Molly Cheek, Kal Penn y Robert Peters.
Género: Comedia, Drama, Romance.
Clasificación: No disponible.
Duración: 107 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 26/05/2005.

Puntaje: 7 (siete)

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