Por Juan Blanco
Antes de decir nada sobre El Retorno del Rey vale aclarar una cosa: la tercera entrega de la saga de El Señor de los Anillos no es la mejor, ni tampoco la obra maestra autónoma según se venía rumoreando a nivel mundial; la misma saga 
completa es una obra maestra y este capítulo final es tan sólo el eslabón faltante de la magnífica cadena forjada por Peter Jackson. Tal es así que resulta imposible decir algo sobre esta última parte en especial sin hacerlo obligadamente sobre las otras, más considerando que Jackson las gestó de un largo y seco golpe. Es una gran película de diez horas, con transformaciones varias, pero una sola -y grandiosa- al fin.
A diferencia de Las Dos Torres, en donde se presentaba a Gollum entre algunos otros personajes nuevos y además se cambiaba radicalmente la estructura y la línea de acción respecto de La Comunidad del Anillo, esta tercera parte no trae grandes novedades. Tan sólo magnifica a los protagonistas que ya conocíamos y apenas agrega un par de rostros nuevos que no hacen a nada muy relevante. En este volúmen, lo más interesante es tomar conciencia del paso del tiempo y llegar a creer que los personajes realmente crecieron y maduraron. Y lo divertido es que resulta imposible no notar que nosotros, los espectadores, lo hicimos a la par de todos ellos desde que Jackson nos dio a conocer a Frodo y sus amigos. El Retorno del Rey es un auténtico clímax aventurero, donde cada cual asume como nunca su rol en el juego y lo ejecuta a la perfección. Ya todos los héroes están de vuelta (y algunos villanos también), eso es cierto y decepcionante por momentos, pero antes del regreso a casa hay tanto por contar que bajar los brazos antes de tiempo sería el error garrafal del año.
Para dar cuenta de que la pelea todavía no ha acabado, Peter Jackson volcó toda su imaginación desaforada en un relato que busca una saciedad absoluta en el público. Por eso cada secuencia de El Retorno del Rey es tan extrema y no deja más opción que el asombro, y a pesar de que muchos de sus lugares resultan ya comunes dentro del género (tantos le deben a Tolkien que no vale la pena ni pensarlo), se esperan con ansias y no defraudan; jamás podrían hacerlo porque sus resultados son aún más grandes que los esperados. Por su parte, el nivel técnico es, desde ya, impecable, y el empleo que Jackson hace 
de cada elemento de puesta en escena es soberbio.
Anticipar detalles de la trama o del curso de la historia sería un pecado, puesto que todo lo que acontece en pantalla ya es definitivo o va camino a serlo, y por lo tanto vale la sorpresa. Nada más se puede decir que todo tiene su ‘por qué’, su ‘cómo’ y su ‘cuándo’. En este sentido todos, los fans instruidos y los que no lo son tanto, se pueden quedar más que tranquilos. Y sí, dura más de tres horas, pero no se llegan a sentir para nada, aunque se tenga la vejiga llena, el estómago vacío o la modorra del año. El Retorno del Rey es por lejos una de las mejores películas que se conocerán en el 2004, pero por sobre todas las cosas El Señor de los Anillos es, y será, una de las sagas más extraordinarias que haya dado el séptimo arte jamás. Eso sí, después de El Padrino.
Título: El Señor de los Anillos – El Retorno del Rey.
Título Original: The Lord of the Rings: The Return of the King.
Dirección: Peter Jackson.
Intérpretes: Elijah Wood, Viggo Mortensen, Ian McKellen, Sean Astin, Andy Serkis, John Rhys-Davies, Orlando Bloom, John Noble, Miranda Otto, David Wenham, Bernard Hill, Billy Boyd, Dominic Monaghan.
Género: Basado en novela, Fantasía, Acción, Aventuras.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 210 minutos.
Origen: EE.UU./ Nueva Zelanda.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Warner.
Fecha de Estreno: 01/01/2004.
Puntaje: 9 (nueve)
