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sábado, 27 abril 2024
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Ser digno de ser: El eterno exilado

Por Luis Pietragalla

Andá, viví y transformate… tal podría ser la traducción (interpretación) del título en francés de Ser digno de ser. Las tres “órdenes” son las que le da a un chico etíope de nueve años su madre en un campo de refugiados en Sudán en 1984, cuando ve la oportunidad que él pueda tener la esperanza de una vida y de un futuro mejor. Esa oportunidad consiste que el niño se haga pasar por el hijo de una mujer falasha, a quien el suyo, de similar edad, se le acaba de morir cuando estaban a punto de partir hacia Israel en un operativo de evacuación organizado por la Mosad y los norteamericanos. (Los falasha –exilados, en su lengua originaria- son una minoría de judíos etíopes, de raza negra, cuyo origen se remonta a milenios, ya que se dicen descendientes del hijo de Salomón y de la reina de Saba.)

Más de 12.000 falashas fueron enviados en avión a Israel a finales de 1984 y a principios de 1985, hasta que el gobierno etíope detuvo las deportaciones. Su marcha a Israel se reanudó en 1989, y cerca de 3.500 falashas emigraron en 1990. De hecho, la mayoría de los 14.000 falashas que permanecieron en Etiopía, fueron evacuados en mayo de 1991 por el gobierno israelí.

Su integración en la Tierra Prometida aún no se ha logrado; los israelíes los rechazan, dando muestra de un curioso racismo. De esto trata la película, a través de la historia de Salomón (rebautizado Schlomo en su nuevo país), cuya historia de ficción la presenciamos desde que es niño hasta sus treinta años en la actualidad. Su secreto es que él no es judío, cosa que su madre adoptiva sabía perfectamente, aunque a ella no le importó ni su origen étnico ni religioso, sino que era un ser humano que como tal tenía derecho a una vida mejor. Fundamentalmente de esto trata Andá, viví y transformate, título que da una notable síntesis de su desarrollo y premisa.

Hay obras audiovisuales que pese a tener fallos que no se le perdonarían a otras, logran superar sus falencias por elementos muy sólidos de su coherencia interna: este filme es uno de esos casos. En narrativa lo que se debe y lo que no se debe hacer es relativo, es decir, está relacionado con el contexto del mismo relato. Así, y más allá de los gustos y sensibilidades personales, los giros y sobregiros dramáticos pueden ser tanto de una ridiculez que denuncie la inoperancia del narrador, como de una genialidad capaz de llevar al límite ciertas reglas (es el caso de la primera versión de Muertos de miedo, escrita y dirigida por Peter Jackson, donde un inusual clímax de casi cincuenta minutos -por otra parte, nada fácil de sostener- logra mantener el interés con vueltas y contravueltas de tuerca, en las que siempre hay lugar propicio para seguir subiendo, cuando otros no se hubiesen atrevido a escalar ni hasta la cuarta parte).

Ser digno de ser tiene algo de eso, pese a que no siempre su afán de cerrar historias hace que esto se logre de la mejor manera, así como tampoco favorece a la trama que un personaje clave –el padre adoptivo- cambie de repente su forma de ser y esto nunca se justifique.

Acordando con Pascal: Que no se diga que he dicho nada nuevo, la disposición de los temas es nueva, el guionista y director rumano Radu Mihailenu empieza acertando con la elección de los contenidos y la anécdota (poco frecuentes en el cine de hoy) y sube la apuesta al hablar del racismo y la discriminación en el interior de un pueblo que ha sufrido por milenios el racismo y la discriminación (¿quién se atreve sin ser judío a hablar del racismo judío, como si ese pueblo no tuviese en común con la especie humana lo mejor y lo peor de ella?). Mihailenu lo hace sin vueltas, pero sin recurrir a lugares comunes y estereotipos, más allá de los lugares comunes y los estereotipos que tienen las mismas personas que los practican.

Característica de esta obra es la convivencia de desprolijidades gruesas en su trama (ciertas casualidades, por ejemplo), junto a una sólida construcción de los personajes principales y una clara determinación de hacia dónde se quiere ir. La base que la sustenta es el delicado equilibrio entre la convicción ideológica y el espectáculo.

El mérito principal consiste en que, pese a sus aspectos poco prolijos (y que no la favorecen), la película resiste. Igual que Schlomo, su protagonista, el eterno exilado.

Título: Ser digno de ser.
Título Original: Va, vis et deviens.
Dirección: Radu Mihaileanu.
Intérpretes: Yaël Abecassis, Roschdy Zem, Moshe Agazai, Mosche Abebe, Sirak M. Sabahat, Roni Hadar, Meki Shibru Sivan y Mimi Abonesh Kebebe.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 140 minutos.
Origen: Francia/ Israel/ Bélgica/ Italia.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 15/06/2006.

Puntaje: 8 (ocho)

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