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domingo, 28 abril 2024
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Transformers – El Lado Oscuro de la Luna: Cine monstruoso

Por Marcos Rodríguez

Michael Bay es un director francamente inepto. No sabe narrar, no tiene timing, no le importa nada. Su cine muestra costuras de fábrica por todos los costados, pero lo que resulta evidente (como había pasado ya con Pearl Harbor) es que cuando intenta hacer algo grande, termina haciendo algo monstruoso.

Si bien la saga de Transformers nunca fue una producción independiente, algo modesto o muy sentido, sino más bien un intento descarado por ganar billetes con personajes que nacieron en algún momento para vender más juguetes, después de ver Transformers: El lado oscuro de la Luna, tercera entrega ya, uno tiene la sensación, al recordar aquella primera Transformers, de que se trataba de una película modesta. Sí, había robots gigantescos, publicidad por todos lados, una Megan Fox que se quiso imponer como estrella a fuerza de planos detalle de su culo. Pero también había algún chiste de robots gigantes que quieren esconderse detrás de una casa de suburbio, aventura de iniciación para un Shia LeBouf que todavía no se había vuelto un manojo de tics y repeticiones. Había algo. Ya la segunda estiraba sus materiales más allá de lo que podían soportar, pero era más o menos lo mismo, hasta se agregó un “cielo de los robots”, que suma curiosos ribetes religiosos al asunto. La tercera se sale de toda escala, ya no le importa nada de nada, y cae en el vacío.

En cierta forma, se trata de una evolución lógica. En la primera parte se inventó alguna historia como para que hubiera narración (imperativo de Hollywood que salva más de una película), pero era ya evidente que lo que importaba acá era mostrar muchos efectos chillones, saltos giroscópicos y ruiditos novedosos. La segunda le siguió la cola a la primera; la historia se agotaba pero había más robots. En esta tercera casi no hay historia (Megan Fox queda barrida con una línea rápida de diálogo), hay todavía más robots, una dimensión más para agitar las cosas y el conflicto ya necesita alcanzar dimensiones extra planetarias.

Esta evolución argumental podría no ser tan terrible (aunque eso es discutible) si Michael Bay no se entretuviera tanto con sus chiches nuevos como para olvidarse de que estaba haciendo una película que se suponía debía interesarnos. La cosa arranca con teorías conspirativas (y con una inexplicable mezcla de texturas entre el 3D más digital y un granulado “años ´60”). Buena parte de la primera mitad se va en tratar de establecer dos hechos: que Shia LeBouf es demasiado soberbio para aceptar cualquier trabajo después de haber salvado el mundo dos veces y que los gobiernos (norteamericano y ruso) esconden cosas. Cuando finalmente estas dos líneas se cruzan y descubrimos cuál era el secreto, resulta tan simple que las vueltas parecen injustificadas. Viene la vuelta de tuerca y nos lanzamos hacia la pelea final, que se hace realmente eterna. La cantidad de detalles, idas y vueltas por las que pasan los personajes en esa “zona liberada” que pasa a ser Chicago resulta absurda. Optimus Prime queda colgado cabeza abajo no se sabe cuánto tiempo, de pronto reaparece y ya nos habíamos olvidado de qué se suponía que tenía que hacer. Los humanitos corren de un lado al otro de la ciudad, intentan subirse a tres edificios diferentes y vemos cómo cada vez son rechazados. Todo para dar escala gigantesca, cuando es evidente que la pelea se resolverá de forma muy simple: los malos tienen un único punto débil y con atacarlo se termina todo. O sea, un envoltorio infinito para una resolución absurdamente breve.

No vale la pena hablar demasiado sobre la cháchara fascista que permea toda esta película: los transformers defienden al mundo aliados al gobierno de Estados Unidos mientras atacan países extranjeros, hay millones de diálogos sobre “no permitir una invasión”, “defender la libertad”, “no rendirse frente al enemigo” y otras variantes. Una secuencia (por demás innecesaria) en un edificio con mucho vidrio que es derribado por un robot recuerda directamente al atentado a las Torres Gemelas. Se podrían buscar más cosas.

Uno de los elementos más patéticos de la película (además de la incapacidad de Bay por mantener la atención del espectador incluso con tantos fuegos artificiales) es la búsqueda de humor. Más allá de la muy acertada y breve inclusión de Ken Jeong en un papel secundario, el resto son morisquetas de LeBouf, John Malkovich o John Turturro, y unos robotitos molestos.

Eso sí: ahora los robots tienen sangre, baba y pelos.

Título: Transformers: El Lado Oscuro de la Luna.
Título Original: Transformers: Dark of the Moon.
Dirección: Michael Bay.
Intérpretes: Shia LaBeouf, Rosie Huntington-Whiteley, Tyrese Gibson, Josh Duhamel, Patrick Dempsey, John Malkovich, Hugo Weaving, Ken Jeong, Frances McDormand y John Turturro.
Género: Ciencia-ficción, Acción, Secuela.
Clasificación: Apta para mayores de 13 años.
Duración: 154 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2011.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 30/06/2011.

Puntaje: 2 (dos)

El staff opinó:

Como un chico con juguete nuevo, Bay juega a que hace cine y pone muñequitos caros en pantalla; los hace volar en pedazos con explosiones y metal retorcido que inunda el encuadre y eso es prácticamente todo lo que ocurre durante la trama insípida de esta mega Blockbuster ultra fantasía pro militarista y misógina. Salvo la escena esmerada de la primera secuencia en Chicago, lugar elegido para que robots malos y buenos se trencen en una lucha feroz destruyendo absolutamente todo, -incluso humanos que se interponen en el camino- la torpeza del director de La Roca se multiplica con el correr de los minutos al demostrar su incapacidad para narrar y su ego a prueba de balas para que su cámara de videoclip corone cada plano…- Pablo E. Arahuete (5 puntos)

Sin dudas la estridente Transformers: El Lado Oscuro de la Luna (Transformers: Dark of the Moon, 2011) es la “mejor” de la franquicia, por supuesto si se pudiese aplicar dicho término a un “producto Michael Bay”: el nivel general continúa siendo bajísimo aunque en esta oportunidad el señor por lo menos se limita un poco en el terreno de las secuencias videocliperas y los pasos de comedia. Apenas más digerible que las anteriores, la película hubiese levantado la puntería si no arrancase con la acción recién a la hora de metraje (una vez más las torpezas narrativas, los latiguillos pop y el tono chauvinista destruyen cualquier atisbo de una verdadera aventura de ciencia ficción). A fin de cuentas el californiano merece todas las críticas que le llueven, dista mucho de ser inimputable.Emiliano Fernández (3 puntos)

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