Por Francisco Nieto, corresponsal en España
Llega otra semana de estrenos en plataformas y, por supuesto, ya podemos disfrutar de otro thriller de acción francés en Netflix. Como una máquina bien engrasada (o mejor dicho, como churros), el gigante del streaming no parece que vaya a dejar de ofrecer estos éxitos provenientes del país vecino. Películas de bajo presupuesto, con algún actor protagonista rutilante o algún deportista extremo que hace sus pinitos, una duración que no suele llegar a la hora y media y una contundencia en la que lo que menos importa es profundizar en ninguno de los aspectos de la producción.
En esta ocasión la tarea nada envidiable de empaquetar y entregar el producto de consumo semanal al respetable recae en el director francés Antoine Blossier, del que uno recuerde se llegó a estrenar en nuestros cines hace unos años Rémi: una aventura extraordinaria. Si aquella era una aventura para todos los públicos ahora despacha un espectáculo ultraviolento de acción desmedida. En general, K.O. se complace en disfrutar de su mediocridad: ofrece poca originalidad, pero se maneja con la suficiente competencia a lo largo de su metraje como para resultar una película entretenida.
Todo está puesto en escena con acusada celeridad: la presentación de los personajes principales y sus respectivos traumas vitales; lo rematadamente malos que pueden llegar a ser los villanos de la función; el apunte de la pléyade de secundarios que tienen en común que cuanto menos importantes son para la trama antes van a ser puestos fuera de combate. Una vez todo esto nos queda claro, comienza la ensalada de trompadas continua que ya no nos va a abandonar hasta los títulos de crédito. Aquí la clave estriba en la excelencia de las coreografías, y en ese aspecto podemos hablar de un aprobado alto rayando el notable. A los hacedores no les duelen prendas de apostar por la violencia salvaje, y a fe de Dios que existen algunos momentos tortuosos de gore disfrutón.
Seguimos al aspirante a luchador de MMA Bastien, quien se encuentra en el ring con su acérrimo rival, Enzo. Ambos se enfrentan en una secuencia implacable y bastante brutal que marca de inmediato el tono y la atmósfera del resto de la película. Dos años después, nuestro héroe solitario es llamado de nuevo a la acción por la esposa de Enzo, Emma. Su hijo, Leo, ha desaparecido tras verse involucrado en el narcotráfico, y parece que podría ser el objetivo de unos gánsteres particularmente malvados. Con una diana en la espalda, Leo está en serios problemas, y Bastien siente la obligación moral de hacer lo correcto por Emma.
Todo es bastante simple. La primera mitad de la película sigue la fórmula habitual de investigación preliminar para establecer los riesgos. Por supuesto, también hay algunas escenas de acción, incluyendo una pelea en un club nocturno particularmente impresionante (que, por alguna razón, parece ser un clásico del cine de acción últimamente) y una tensa persecución por un complejo de apartamentos. Con la exactitud de un reloj suizo, hacia la mitad de la película todo empieza a apresurarse, con las historias de Bastien y Alaoui exploradas mientras la búsqueda de Leo se acerca, lo que conduce a una pelea culminante en la comisaría.
Como ya hemos dicho, la acción es lo suficientemente cruda y visceral para mantenerte en vilo y expectante (ojo a como acaba el pobre andaluz, o la manía de clavar cristales en los ojos), pero incluso cuando hay algún que otro giro dramático, se apoya demasiado en los clichés del género y todo nos suena a demasiado visto.
Los personajes son arquetípicos hasta decir basta, con Alaoui y Bastien siguiendo arcos argumentales sencillos pero carentes de personalidad original. Bastien es el típico “héroe torturado que busca resarcirse”, mientras que Alaoui es el “la heroína con atropello familiar que busca venganza”. Sin duda, existía potencial suficiente para un vínculo más estrecho entre la pareja protagonista, y quizás una dinámica de guardián/protector más acentuada podría haber aportado a la historia la energía emocional que tanto necesitaba. Sin embargo, K.O. nunca parece muy interesado en seguir ese camino. Y para muestra un botón: el único respiro emocional que se dan es tan bruto que hasta hace gracia contarlo, porque las lineas de diálogo son para mojar pan: “He tenido un mal día y quiero follar”. “No te he dado permiso”. “¿Lo tengo?”. Y ya se pueden imaginar como acaba el momento romántico…
En definitiva, lo que salva a la película, más allá de su historia superficial y su decepcionante narrativa de personajes, reside en la acción incesante. El trabajo de cámara y la coreografía en general son sólidos, y hay pausas naturales en el combate donde los luchadores recuperan el aliento. Es un detalle que hemos visto en títulos como John Wick, y añade una capa bienvenida de realismo que funciona muy bien para este género.
Título: K.O.
Título original: Idem.
Dirección: Antoine Blossier.
Intérpretes: Ciryl Gane, Alice Belaïdi, Foued Nabba, Maleaume Paquin, Ibrahima Keita, Ibrahima Keita, Anne Azoulay y Samuel Jouy.
Género: Acción, Thriller, Drama.
Calificación: AM 16 años.
Duración: 86 minutos.
Origen: Francia/ Bélgica.
Año de realización: 2025.
Plataforma: Netflix.
Fecha de estreno: 06/06/2025.
Puntaje: 5 (cinco)