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sábado, 27 abril 2024
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Ana y los otros: Polisemia

Por Luis Pietragalla

Representar la realidad se dice fácil; lo que no es tan fácil es representarla. Y menos aún salir del registro naturalista para llegar al realista, entendiendo esta categoría como aquella que busca detectar la esencia, causa y resortes de lo real. Pero elegir ese camino se pone todavía más difícil si se recurre a formatos narrativos al que el espectador medio no está habituado y se desecha la grandilocuencia o ciertos efectos dramáticos “fuertes”, como ocurre en la secuencia final de la reciente Un amor, dos destinos (An unfinished life, Lasse Hallström, EE.UU., 2004).

Ana y los otros, escrita y dirigida por la debutante en el largometraje Celina Murga, acude al medio tono, a los diálogos no explícitos y de apariencia intrascendente que, al mismo tiempo que las acciones físicas de los personajes, van guiando la trama y, fundamentalmente, la temática.

Esta película es, claramente, heredera del relato moderno, inaugurado por Chejov en el siglo XIX y aparecido “masivamente” en el cine en los años cincuenta a través de la Nueva Ola y los filmes como los de Antonioni (sin olvidar los antecedente de las obras del japonés Ozu o del argentino Leopoldo Torres Ríos en 1936 con La vuelta al nido). Ana… es un relato caracterizado por una narración donde lo no dicho pesa más que lo que se dice, incluyendo de ese modo más al destinatario, que debe inferir y armar la verdadera esencia de lo representado.

La polisemia, entonces, aparece como uno de sus rasgos salientes: es decir, varias lecturas coherentes y que cierren son posibles. (Esto no implica que la metáfora sea obligatoria; de hecho, en esta película no se acude a ella.) Las posibilidades de interpretación no contradictoria y complementaria de Ana y los otros son parte suya.

El mismo título se presta a ello: ¿son “los otros” señal de una generación (los nacidos a mitad de los setenta) donde no todo son puntos de convergencia?, ¿el retorno a las raíces puede ser un buen conducto de salida en una crisis, así después sólo hayan servido para estar seguro de que quedaron atrás? Pero algo va encontrando la casi treintañera Ana en sus vueltas por su Paraná natal, ciudad a la que regresa tras años de ausencia. Por lo menos, va sabiendo lo que no quiere para ella; por eso sostiene decisiones de las que no será sencillo volverse atrás (la venta de la casa familiar, por ejemplo).

La consabida búsqueda del equilibrio es la espina dorsal que atraviesa la meta del personaje, quien lo hace sin apuro, a tono con la modorra del verano de Entre Ríos. Un momento tan clave y delicado como el final tal vez no sea lo más brillante de este muy brillante filme, ya que en su último tercio crea un fuerte conflicto que empuja con fuerza la acción, pero cuyo cierre no cumple las expectativas que generó. No obstante, el final es lógico; lo demuestran el largo plano final y la excelente y sencilla escena del ante clímax (calma antes de la tormenta) cuando Ana y un chico de diez años “juegan” a cómo abordar a la persona que se quiere conquistar.

El problema, como dijimos, es que previamente se cargaron las tintas sobre acciones que tienen que ver con la cuestión central, aunque con un cambio de registro: si bien la persecución que ella hace a un ex-novio despierta un interés adicional, también genera un deseo de resolución específico (no convencional ni clásico, se entiende) de lo planteado.

Otras películas del mismo estilo han podido lograr cierres potentes (y en registro): son los casos de Lucrecia Martel en La ciénaga y La niña santa, Pablo Trapero en Mundo grúa, cualquier Rohmer, Antonioni, Jarmush o Kiarostami, la franco- belga El hijo (estrenada hace pocos días), las iraníes El espejo o La manzana, etc., etc. Pese a lo dicho (según el falible punto de vista de este crítico), ese traspié no invalida la fluidez de una narrativa eficiente, austera y atrapante. Dentro de ella es destacable el modo en que el clima provinciano ha sido retratado; pocas veces se lo ha hecho con tanta sencillez, eficacia, candor y afecto, por lo que es muy probable que a mucho espectador metropolitano le resulte un remanso, ya que la directora ha tenido la habilidad de sumergirlo en lo grato de ese ritmo.

Título: Ana y los otros.
Título Original: Idem.
Dirección: Celina Murga.
Intérpretes: Camila Toker, Juan Cruz Díaz La Barba, Natacha Massera, Ignacio Uslenghi, Analía Juan.
Género: Drama.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 80 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Primer Plano.
Fecha de Estreno: 19/01/2006.

Puntaje: 7 (siete)

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