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sábado, 27 abril 2024
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Martín Fierro, la película: El rol de la literatura en la mitificación de lo “argentino popular”

Por Emiliano Fernández

Este ambicioso proyecto busca recrear a través de la animación la primera parte del Martín Fierro de José Hernández. Resulta necesario aclarar este último punto para todos aquellos que no conozcan las diferencias entre las dos obras independientes que desde hace muchas décadas se recopilan bajo el mismo título. “El Gaucho Martín Fierro” o la “Ida” se publicó por primera vez en 1872, y “La vuelta de Martín Fierro” o simplemente la “Vuelta”, en 1879. Mientras que la primera narra las penurias de un hombre de campo reclutado para luchar contra los indígenas en la frontera de la Argentina en franco proceso de construcción de la segunda mitad del siglo XIX, la segunda hace eje en las historias colaterales de sus hijos y el saldar cuentas frente a la llegada de la vejez. Este entretenido film adopta el ritmo y la estructura de los westerns, cuenta con bellos fondos 2D pintados al óleo y se basa en los diseños originales del ya fallecido Roberto Fontanarrosa.

Aquí nos encontramos con la clásica secuencia de acontecimientos que dan contexto al carácter del siempre controversial Fierro: inicio utópico con una familia feliz en el rancho, reclutamiento por parte del juez de paz, traslado obligado al desierto, explotación sistemática a cargo de las cúpulas militares de turno, brutales choques con los indios, eventual escape hacia el hogar, desaparición de la mujer e hijos, reconversión a gaucho matrero, asesinato de inocentes y exilio inevitable. Desde ya que el personaje central y el relato en su conjunto experimentaron un previsible lavado de cara con la decidida intención de llegar a la mayor cantidad posible de espectadores, a los distintos públicos de todas las edades y clases sociales (estrategia también muy acorde con el humor populista y simplón de Fontanarrosa). Los directores Norman Ruiz y Liliana Romero aportaron profesionalidad y buen nivel técnico, pero no consiguieron transmitir dinamismo y verdadera tensión en las numerosas secuencias de acción y aventuras.

La chatura y el apaciguamiento en lo que respecta al tono se condicen con una leve defensa de los oprimidos que ya podíamos hallar en el texto original. Por supuesto que todos los méritos del Martín Fierro recaen en la invaluable riqueza lírica de sus versos, mucho más que en la ideología contradictoria y por momentos desdeñable que lo impulsa. Si la “Ida” es pura rebelión del marginal contra la injusticia y el autoritarismo, la “Vuelta” es su opuesto exacto si tenemos en cuenta los consejos patéticos de sometimiento práctico que dispara, la ética hilarante del trabajo en tanto reproductor social, y una triste convalidación general del poder. Por lo menos este Martín Fierro animado reconstruye con solvencia y relativo buen gusto una “Ida” que por suerte adolece de los prejuicios racistas para con los indígenas característicos de la “Vuelta” (en donde el protagonista se la pasa excretando adjetivos peyorativos: “vagos”, “ignorantes”, “crueles”, “salvajes”, “paganos”, etc.).

A pesar de centrarse en el costado más accesible y políticamente correcto de las andanzas de Fierro, la película desliza en una escena el término “ladrón” para referirse a los nativos originarios de nuestro país, esos mismos que los tradicionalistas berretas y reaccionarios como Leopoldo Lugones decidieron obviar para celebrar en cambio al mestizo/gaucho como el “ser bucólico prototípico que resume la identidad nacional”. En el limitado horizonte de los constructores de mitos del pasado (y el presente) siempre resultó imposible incorporar al indio. Si la “Ida” termina en la esperanza que abre la penetración dentro de territorio desconocido, la “Vuelta” es sinónimo de desencanto por lo encontrado, esos cimarrones con los que es “imposible” convivir. Martín Fierro traiciona su devenir porque traza divisiones dentro de los dominados e impide la unión contra los enemigos comunes (milicia, policía y gobierno). No sólo pretende justificar la presunta superioridad del gaucho sobre el indígena, sino que además y para colmo de males lo hace con los mismos argumentos que el juez de paz escupe contra los gauchos (cada vez que el protagonista llama “asesino y bárbaro” al otro incomprendido, sólo repite y traslada los moldes denigratorios recibidos desde las “autoridades” y colgados sobre su persona).

Quizás todo esto no sea más que la esencia de la historia argentina, un constante reacomodamiento hegemónico incapaz de dar forma a un proyecto de nación a largo plazo. El propio Hernández no fue ajeno a este accionar político/económico/social: cuando luchó contra el despotismo y sufrió persecuciones, fue un rebelde (la “Ida”), pero luego para incorporarse al sistema gubernamental se transformó en un ultra conservador (la “Vuelta”). Nadie sabe si los gauchos realmente se comunicaban apelando a los arcaísmos, la jerga y las metáforas del Martín Fierro, porque no existen registros escritos de estos sectores sociales (todos eran analfabetos). Como suele ocurrir, nos tenemos que conformar con el testimonio de segunda o tercera mano que nos ofrece un burgués acomodado como Hernández. Sin ir más lejos, el proceso de revalorización del gaucho es bastante dudoso. Cuando se escribe el poema este último estaba en plena extinción, no cumplía ya ninguna función material a ojos del poder (los indios estaban prácticamente vencidos, las tierras se habían repartido entre los genocidas y el estado argentino ya estaba organizado para 1880). Pero su función simbólica estaba naciendo: ¡muerto el paisano, viva el mito reduccionista del buen paisano! Exaltación del gaucho cuando ya no existe más y negación absoluta de los indígenas, malos o buenos pero claramente los verdaderos habitantes primordiales. A eso se llama construir un país, definir lo “argentino popular” en función de la necesidad histórica de apuntalar culturalmente una oligarquía terrateniente- exportadora. Y por supuesto que sirvió; chequeen sino el Clarín, La Nación, cualquier manual educativo o este mismo film…

Título: Martín Fierro, la película.
Título Original: Idem.
Dirección: Norman Ruiz y Liliana Romero.
Voces originales: Daniel Fanego, Aldo Barbero, César Bordón, Héctor Calori, Claudio Gallardou, Claudio Rissi,Juan Carlos Gené, Roly Serrano y Claudio Da Passano.
Género: Animación, Western gauchesco.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 88 minutos.
Origen: Argentina/ España.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: Primer Plano.
Fecha de Estreno: 08/11/2007.

Puntaje: 5 (cinco)

El staff opinó:

Entre el show de chivos que harían revolcar a José Hernández de su tumba y la desarticulación interna de un relato torpe, pastiche de prosa gauchesca y rejunte de personajes unidimensionales con un casting que deja bastante que desear, la falta de correspondencia entre fondo y forma deja un sinsabor como un mate lavado, con una bombilla de plástico en un frasco de mayonesa.Pablo E. Arahuete (3 puntos)

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